Jose Alberto Tejada

Carta del Director

Cali, 12 de junio de 2018

EL PARTIDO COLOMBIA LO DECIDIMOS CON NUESTRO VOTO

Escribo esta carta para precisar  las reflexiones que he compartido con algunos de ustedes, en torno al debate electoral colombiano y al futuro que avizoramos en las actuales circunstancias del país.

Sea lo primero decirles que en política no es buena consejera la emoción, aunque debamos reconocer que es imposible abstraerse a ella, cuando predicamos nuestras inclinaciones ideológicas y nuestras preferencias electorales. Pero, precisamente por esta razón, es necesario atemperar el debate, procurando mantenerlo en el círculo de las ideas, de las razones, de los argumentos, de tal forma, que nos vacunemos de la irascibilidad de los adjetivos y de la necedad de las sinrazones.

Dicho esto, la pregunta de foco a mi modo de ver es: ¿Elegimos a un líder político o elegimos a un iniciado, a un ser ungido por los dioses, a un bendito frente a un malvado?

Si aceptamos que elegimos a un líder político, entonces tendremos que admitir que por capaz y lúcido que sea nuestro candidato, él lo que hará fundamentalmente es dirigir a un colectivo de personas representativas de sectores de interés nacional, en dirección a conseguir consolidar su modelo, su visión de país. En esta  tarea  necesariamente deberá imperar el realismo político, esto es, la consideración a las más disímiles circunstancias globales, nacionales, regionales y sectoriales que hacen posible, o por el contrario, impiden o hacen indeseable, un cierto modo de dirigir el país, de convocar a las mayorías y  de garantizarles a éstas, unos mínimos esperados en la casa común que llamamos patria.

Luego entonces, si es el realismo político lo que debe guiar nuestras decisiones ciudadanas,  surge otra pregunta: ¿Es lógico y coherente que personas que habiendo participado en la carrera electoral en el primer tiempo, invitándonos a votar, ahora prediquen que no debemos votar por candidato alguno y hacerlo en blanco? Insisto en mi tesis del realismo político. Lo obvio, lo consistente que se debió esperar de parte de los candidatos De La Calle y Fajardo, es que se mojaran en la segunda vuelta, anunciando un voto comprometido con uno de los dos candidatos, pues no solo no es justo con sus electores, sino que además reflejan en  su actuación un cierto oportunismo electoral, según el cual, “solo pido votar con nombre propio, si es por el mío”.

Hablo de coherencia política, puesto que la sola prédica no alcanza. Es necesaria la actuación. En este caso, ambos candidatos se apartan del realismo político –lo posible dentro de lo factible-y dejan al garete una fuerza electoral que al votar por ellos,  les entregó su confianza, la que ahora termina burlada con una insípida verborrea antiséptica que más parece la veleidad señaladora de la vecina con las de al lado, cuando comenta ante otros, sobre “los comportamientos” que le preocupan de las tales damas con las que comparte cuadra.

Y digo esto porque no alcanza ningún rodeo metafísico para ponerle lógica a la debilidad argumental de votar en blanco en segunda vuelta. Salimos a jugar el primer tiempo del partido, lo perdemos, pero ahora, ya no hacemos barra porque con quienes estábamos jugando eran “malos jugadores”, “no nos merecían”. Vaya pedantería vestida de honorabilidad. Vaya descarada forma de apostarle a la conveniencia propia o a los cálculos políticos futuros  y el país que se joda.

Haciendo un paréntesis al hilo de mi reflexión, opino que a pesar de este desliz electoral, a mi juicio el país reconocerá en algunos años, la extraordinaria participación que tuvo De La Calle en el proceso de negociación con las Farc y asumo que el Partido Liberal habrá de deshojarse si quiere recuperar su propósito histórico, signado a las mayorías nacionales ansiosas de un cambio de rumbo acorde  con la realidad contemporánea.

Así las cosas, encontramos en las graderías del escenario electoral a un conjunto de compatriotas, que en su  inmensa mayoría son personas de buena fe, honradas, trabajadoras, emprendedoras, que desde diversas posiciones buscan de fondo una mejor calidad para sus vidas y las de sus familias. Y en esa mirada del escenario, unas y otras, pierden la perspectiva del partido y terminan agrediéndose, en ocasiones de forma casi irremediable, conducidas por una cierta conducta fanática, que a la postre resulta no solo indeseable, sino además, inconveniente para la toma de decisión colectiva en la que al final debemos participar. El peligro es que terminamos convirtiendo al país en un estadio de barras bravas, que antes que mirar con atención el juego, se miran en la tribuna y se pierden la visión del partido, por estar ripostando emocionalmente y con precarias razones, de gallada a gallada. Y así al final, no vemos el partido, nos meten los goles y salimos maltrechos a otros cuatro años de espera por el próximo campeonato.

Procurando ver el partido con atención, yo decido mi voto por Petro por varias razones.

Estudiando su propuesta política, la encuentro de profunda raigambre liberal y no releo en ninguno de sus apartes, teorías y propuestas comunistas. Por el contrario encuentro mucho sentido común en la mayoría de sus tesis. Muchos de los compatriotas que lo están acompañando me parecen personas dignas de confianza por lo que dicen sus trayectorias en la gestión pública, política, social  y académica. En la otra campaña encuentro algunas personas que no merecen mi confianza ciudadana. Me parece que el hecho de tener que ejercer la Presidencia con un Congreso que no hará coalición de gobierno, sino más bien de oposición, puede terminar garantizando el juego de poderes y contrapoderes tan necesario para la salud de una democracia moderna. De hecho, en la campaña de Iván Duque ocurrirá todo lo contrario si es él el Presidente, porque tiene alineado el 80% del Congreso a su favor. La fórmula  vicepresidencial de Petro, Angela María Robledo,  me da toda la confianza. La traté directamente hace muchos años cuando era Directora Social de la Fundación Restrepo Barco y ahora que la he vuelto a tratar, confirmo mi admiración por su coherencia ideológica y su valor personal para convertirse en el fiel de la balanza en las relaciones personales y políticas con Petro. Tengo la convicción de que con ella al lado, Petro podrá escuchar y atender a quienes le apuesten a una gestión democrática, lejos de los fantasmas que  han motivado miedos respecto a su  campaña y a él mismo. Angela María es una demócrata sustantiva que no requiere adjetivos. Con ella, María José Pizarro jugará un papel estratégico desde el Congreso, apostando por consolidar lo que ella llama “la apertura al cambio generacional en la política colombiana, inaugurada con el gobierno de Petro”. Antanas Mockus ha dado una lección de consistencia ideológica y política que no solo lo enaltece, sino que lo erige en el cancerbero que la sociedad tendrá en el gobierno de Petro, evitando goles que derrotarían la esperanza de tantos compatriotas. Por último y no por ello,  menos importante, quiero un país en el que las generaciones jóvenes tomen la posta en la construcción de futuro. Los más jóvenes pueden salvar nuestro  derecho colectivo a un país que se atreva a gozar la paz, con hechos reales, con políticas públicas inclusivas, con apertura a las megatendencias del siglo 21 en nuestra relación con el planeta, con la vida, con la economía y con las riquezas de la nación.

Cumplo más de cuarenta años haciendo gestión y emprendimiento social y económico, siempre del lado de los compatriotas a quienes menos oportunidades se les han dado y/o a quienes más se les han vulnerado sus derechos elementales al buen vivir. Trabajé con el sacerdote belga Daniel Gillard. Interpretando a  mis colegas con los  que históricamente hemos dirigido  la Corporación Cívica Daniel Gillard CECAN, hoy reivindico el mensaje del Padre Daniel: “Los colombianos juegan a hacer la guerra, porque no saben lo que es la guerra. Nosotros en Europa hemos vivido dos guerras y no hay familia europea que no tenga una lesión de guerra: pobreza, orfandad, viudez, despojo, desarraigo. Aprendan de nosotros, ese no es el camino”. Estas palabras nos las predicaba en los años 80, antes de que a él también lo matara el absurdo conflicto interno colombiano.

Apreciado compatriota, vamos a votar el próximo 17 de junio. Decida en conciencia y reivindique su derecho a decidir sin ningún tipo de presión. El partido de Colombia usted también lo juega. Ellos, los dirigentes políticos son capitanes del barco a quienes debemos pedirles cuentas del viaje a buen puerto que dirigen, pero para ello, debemos elegirlos y eso se hace, con nuestro voto.

El lunes 18 de junio, habrá que trabajar, estudiar, rebuscarse la vida, atender la familia. Seguiremos viviendo en nuestra casa común. En nuestro bello país.

José Alberto Tejada Echeverri
Presidente Corporación CECAN
Director Canal 2 TV Cali.
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