¿Está Cali preparada para la transición entre buses tradicionales y el MÍO?
Es martes, 6:30 a.m. y ninguna ruta de colectivo pasa: ni la Desepaz ni la Azul Plateada. Entonces, en medio de la incertidumbre y el afán, toma un taxi con otras cuatro personas. El conductor le cobra $2.500 y la lleva hasta el Carrefour de la Calle 70. La mujer vive en Suerte 90, un barrio del oriente de Cali. Muchos, como ella, nunca se han subido al masivo. En algunas zonas por las que aún no pasa el MÍO, (Villa Mercedes, Pízamos III, Villa Luz, entre otras), cientos de personas se quedaron sin transporte esta semana porque los conductores de bus urbano suspendieron labores como una forma de presionar a la Alcaldía para negociar. A estos sitios el sistema masivo llegará en noviembre. Al paro de los conductores se suma la salida de 218 rutas de transporte colectivo de las calles. Muchos ciudadanos se preguntan cómo se movilizarán ahora. Muchos, además, se quejan del servicio del MÍO. Como Johan, del barrio Comuneros, quien no toma el masivo, porque la espera por un bus es tal que para ir a la Torre de Cali, en donde trabaja, se tarda hora y media. En colectivo llegaba en 30 minutos. “El otro problema es que a veces los buses pasan tan llenos, que siguen de largo y hay que esperar a que alguno venga vacío”, añade. En el Oriente, la mayoría de las rutas son alimentadoras y llegan a la Terminal Andrés Sanín. Allí normalmente se dan congestiones por las que una persona puede tardar hasta 30 minutos para tomar una ruta troncal hasta el Centro. Y va sumando: 30 minutos esperando el alimentador y otros 30, la ruta troncal. Mas el tiempo de movilización. “Hay barrios por los que el MÍO pasa, pero sólo por una vía principal. Son barrios grandes, como Potrerogrande que tiene diez sectores, en los que la gente debe ir lejos para tomar el bus”, explica Wilson Cancimance, presidente de la Junta de Acción Local, JAL, de la comuna 21. “El problema no es caminar, sino la inseguridad de algunos sitios”, complementa Luz Darys Cantoní, líder de la Comuna 14. “A esto le agregamos que en algunos barrios del Oriente como Marroquín III, Los Lagos o Potrerogrande, no hay suficientes puntos de recarga de la tarjeta MÍO. Y que los que hay se han convertido en atracaderos donde se roban hasta las tarjetas recién cargadas”, dice Cantoní.
Sintonizando frecuencias
“A la gente no le interesa el aire acondicionado sino llegar rápido”, murmura Ancízar, estudiante de maestría. Es martes y su recorrido es de Meléndez a Puerto Rellena. Dice que antes caminaba diez minutos hasta la Pasoancho y allí tomaba una Pance que lo transportaba en 20 minutos. Este día lleva 5 minutos esperando el alimentador, 10 minutos hasta la estación Buitrera, 4 minutos esperando la ruta troncal, 5 minutos hasta Universidades… y 21 minutos esperando la ruta que va a la Ciudad de Cali. Allí tomará otra que lo lleve a Puerto Rellena… todo suma como una hora y veinte minutos. “Tengo ganas de comprarme una moto”, sentencia. La presidenta de Metrocali, María del Pilar Rodríguez, explica que no se puede juzgar el servicio del MÍO por lo sucedido esta semana, pues el vandalismo ocasionó caos y dejó daños en 119 buses, lo que dificultó la frecuencia de sus rutas. Además, dice, las personas que quedaron sin transporte urbano por el paro, se sumaron al sistema, cuando aún al MÍO le faltan 80 buses para cubrir esa demanda. Todo eso Texto, al punto de que en menos de una semana el número de pasajeros pasó de 450.000 a 550.000. No obstante, la directiva acepta que el MÍO no es tan rápido como debería y que su principal reto es mejorar la frecuencia. Según Rodríguez, las personas valoran el tiempo de espera como si fuera el doble. Eso genera ansiedad y enojo. Es consciente de ello y confiesa que hay rutas que tienen mala frecuencia, que son su dolor de cabeza, como la P50A (Ciudad Córdoba). Hay quienes se preguntan si el problema es falta de buses. Cecilia, otra usuaria, hace un cálculo sencillo: si eran 5.000 buses urbanos, ¿por qué el MÍO tiene sólo 900? La presidenta de Metrocali señala que, primero, los buses del MÍO tienen mayor capacidad. Y segundo, que ese número se estableció con el primer estudio para diseñar el sistema, que se realizó hace doce años. “La ciudad ha cambiado. Y si se necesitan más buses, no cabe duda de que los vamos a ir añadiendo”, asevera. Pero el tema no es sólo el número de buses. Según estudios de Metrocali, son las rutas pretroncales las que más se retrasan. Y esto se debe, en gran parte, al tráfico de la ciudad. Uno de los conductores del masivo (que prefirió omitir su nombre), asegura que a diario debe esquivar todo tipo de vehículos que se le atraviesan en las vías. Pero dice que hay otro factor que influye, y es la “falta de comunicación”. Explica que en ocasiones los conductores se enteran de los cambios en las rutas “a última hora” y que hay quienes no entienden las instrucciones que les dan los supervisores para mantener la frecuencia. Mientras lo dice, llegan unas ocho personas a preguntarle qué rutas deben tomar. “Ese es otro problema: la gente no conoce las rutas, los mapas no se entienden y cuando meten rutas nuevas, no se socializan lo suficiente”. Agrega que hacen falta facilitadores y que, por tanto, ese trabajo recae sobre los conductores. Se dan casos como el de José Parmenio, quien toma el bus del MÍO en Cuatro Esquinas (Avenida Ciudad de Cali) hacia el Centro y desde allí camina una hora hasta la Portada al Mar, porque cree que no hay un bus que lo lleve. Y nunca ha preguntado, porque no sabe a quién. “Hay gente a la que es difícil llegarle”, reflexiona la presidenta de Metrocali. “Todo el mundo me pregunta si el MÍO está preparado para asumir la ciudad. Yo a veces me pregunto si la ciudad está preparada para el MÍO”, concluye.
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