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¿Es real la presencia de grupos armados en Univalle?

Una papa bomba. Que estalle un explosivo no es novedad en la institución, donde cada tanto es el anuncio de una protesta. Que suceda cuatro días después del asesinato de un policía en un disturbio; inquieta. Un hombre que ya ha cursado dos carreras en la Univalle dice que la explosión casi siempre es un aviso: “En los próximos minutos podrían llegar encapuchados a repartir volantes, dar un discurso, pedir apoyo para otra manifestación. Esperemos, esperemos”.

 

¿Intrusos?

Hay una hipótesis: las guerrillas y las bandas que delinquen en la ciudad estarían utilizando el campus para ejecutar acciones violentas. Esa es la explicación de directivos, profesores y estudiantes a los disturbios del pasado viernes 31 de agosto, cuando se evidenció la presencia de armas de fuego dentro de la Univalle: el subintendente José Libardo Martínez, miembro del Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios), fue asesinado por un encapuchado que le disparó con un revólver 9 milímetros. El rector de la institución, Iván Ramos, aclaró que en la reciente manifestación no participaron estudiantes, que ellos nunca protestan un viernes, tampoco disparan. “La Universidad no es victimaria, es una víctima y en esa medida la comunidad tiene que rodearla como centro de pensamiento”. La hipótesis sería probable. Ingresar a la Universidad del Valle es tan fácil como entrar a un supermercado, un almacén, un restaurante. No se piden documentos de identidad, no se requisan maletines ni vehículos, no hay un detector de metales. Entonces cualquier guerrillero o sicario podría entrar, taparse la cara, disparar, guardar el arma, salir por la puerta principal. ¿Cómo vigilar un campo de un millón de metros cuadrados? ¿Cómo controlar el ingreso diario de 25.000 personas? La Universidad tiene 120 vigilantes propios y 50 celadores privados que se distribuyen en varios turnos: nunca hay más de 40 en una jornada. Eso quiere decir que a cada hombre le corresponde custodiar unos 25.000 metros cuadrados, lo que miden tres manzanas de un barrio de la ciudad. La instalación de un sistema eficiente de seguridad costaría unos $900 millones, pero el mayor obstáculo no es el dinero: Univalle insiste en que el libre acceso es parte de la esencia de una universidad pública. Ese argumento también ha impedido el ingreso de la Policía. Sólo el viernes pasado, luego de muchos años, el Consejo Directivo de la Universidad aprobó un registro voluntario en las instalaciones. La institución parece un territorio vedado para la Fuerza Pública, aunque el rector Ramos asegura que no es así y que siempre habrá una disposición de la entidad para esclarecer los hechos violentos.

 

Detrás de la protesta

 

El profesor advierte que por hablar de más puede recibir una amenaza; cuelga el teléfono. El estudiante explica que -por su seguridad- lo mejor es callar. Durante tres días quince personas que fueron consultadas confesaron que la presencia de grupos armados en la Universidad es real, preocupante. Todos pidieron la reserva de su nombre. En la Univalle por estos días nadie se compromete con una declaración ni una denuncia. Que en la institución, como en la mayoría de universidades públicas, haya afinidad con el pensamiento de izquierda, es evidente. Incluso se lee en las paredes. Pero la intención de las Farc estaría trascendiendo los grafitis. Un informe de la Sijín, por ejemplo, señala que el Comando Conjunto de Occidente tomó a Cali como el eje de su Plan Renacer Revolucionario de Masas y la Univalle estaría en sus planes. Algunos policías que atienden los disturbios afirman que la guerrilla tendría seis grupos de simpatizantes conformados por diez integrantes; cada uno de estos tendría un líder cuya labor es establecer contactos en el campus. Algunos autores de las protestas -según las autoridades- ya han sido identificados: Comando Estudiantil Bolivariano, Movimiento Juvenil Bolivariano, Juventudes M-19, Únete por el Socialismo. No son los únicos. Estudiantes de colegios, como Santa Librada y Antonio José Camacho, también participarían en los disturbios. Aunque la Policía investiga la posibilidad de que las bandas criminales estén detrás de las protestas, hasta el momento sólo se ha comprobado su autoría en algunas amenazas a los miembros de la institución. Liliana Guzmán, del sindicato de empleados de la Universidad del Valle (Sintraunicol), dice que este año recibieron dos intimidaciones de las ‘Águilas Negras’. Además de la protesta política, algunas fuentes de la Universidad sostienen que las manifestaciones tienen otro objetivo: hacer daño. Los protagonistas de los disturbios están utilizando explosivos cada vez más letales. Miembros del Esmad afirman que los encapuchados les han lanzado ‘minitatucos’, que pueden levantar hasta una banqueta blindada. Un docente retirado de la Univalle habla de una doble agenda. Explica que los grupos armados estarían utilizando el ambiente de protesta que se genera en la Universidad para cumplir sus propósitos. Dice que detrás de los actos violentos del viernes podría estar la intención de la guerrilla de generar un hecho de impacto, luego del inicio de los diálogos de paz con el Gobierno. Pero la Universidad y la Policía coinciden en que estas personas no corresponden ni siquiera al 1% del total de los alumnos. Darío Henao, representante de los decanos ante el Consejo Directivo, dice que la institución no es ajena al conflicto armado que vive el país y Cali, “pero eso no implica que los estudiantes participen en los hechos violentos”. Para Luis Fernando Potosí, representante estudiantil al Consejo Directivo de la Universidad del Valle, la institución ha demostrado con muchas acciones su rechazo frente al uso de las armas. “Lo del viernes fue un evento aislado y nada tiene que ver con los alumnos”.

 

Mercado abierto

A sólo unos 20 pasos de la Plazoleta Banderas de la Universidad del Valle hay unos quince hombres reunidos en medio de los árboles. Juegan dominó, toman cerveza, cuentan fajos de billetes. Algunos hasta toman una siesta en hamacas. Desde allí venden marihuana, perico, pepas. El lugar luce como un cambuche improvisado con mesas y sillas Rimax; funciona a la vista de todos, como una venta de chucherías, dulces, minutos. Y como este, hay otros dos grandes expendios: en Guaduales y el Lago. Estudiantes, profesores, directivos, lo saben. Informaciones de inteligencia sostienen que detrás de este negocio ilegal estarían bandas delincuenciales de Cali y algunos ‘jíbaros’ que mantienen un estátus de estudiante. Entre esos estaría -según las investigaciones de la Policía- alias Richard, quien desde hace diez años sólo matricula una materia en la Universidad. Aunque muchos expendedores entran su mercancía en maletines, la cantidad de droga que se vende en la Univalle es tan alta que las bandas ingresan vehículos cargados por las puertas principales, todos los días, para hacer los recorridos de distribución. Las investigaciones han detectado 30 carros utilizados para este fin. Un empleado, incluso, afirma que algunos trabajadores no llegan antes de las ocho de la mañana por temor a encontrarse con los dueños del negocio. ¿Por qué el trafico de drogas funciona a la vista de todos? En la institución hay quienes comentan que este es un tema intocable. De hecho, se habla de amenazas de los carteles a los directivos. La situación es tan riesgosa que en los últimos tres años diez vigilantes tuvieron que ser trasladados a otras sedes por las intimidaciones que recibieron luego de enfrentar a los expendedores. Algunos docentes defienden al centro educativo y afirman que la Universidad ha denunciado a unas quince personas por la venta de estupefacientes, pero las investigaciones están archivadas. El poder de los ‘jíbaros’ también estaría en su independencia. Fuentes de la Univalle sostienen que las Farc les han pedido ‘vacunas’ por las ventas, pero ellos sólo aceptaron contribuir con pequeñas cuotas para financiar las protestas. Sin embargo, la guerrilla de todas formas obtiene su parte: casi toda la droga que llega a la institución proviene del Cauca, donde el Frente Sexto recibe por el cultivo, la producción y la comercialización. El martes 3 de septiembre, luego de la explosión de la papa bomba, en la Universidad del Valle no salieron encapuchados ni hubo anuncios. Hasta el momento, los autores de las protestas del 31 de agosto mantienen la tensión, pero no se pronuncian. Entonces el silencio no sólo lo comparten directivos, profesores, alumnos. Por estos días quienes están detrás de la violencia en la Univalle también callan.

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