¿Cuánta tierra consume la minería?
Imperceptibles lunares en el mapa
Claudia Jiménez, directora ejecutiva del gremio Minería a Gran Escala ha sostenido que de la totalidad del territorio continental colombianosólo el 4,4 por ciento (cerca de 5 millones de hectáreas) se encuentra titulado. No obstante, expertos como Manuel Rodríguez Becerra afirman que el área afectada por la caótica titulación minera (6.000 nuevos títulos durante la administración Uribe) asciende a un 8 por ciento del territorio nacional.
La explotación minera apenas equivaldría a infinitesimalesmanchas negras en el mapa: podríamos imaginar poco más de 1.000 puntos ínfimos del tamaño de la plaza de Bolívar en Bogotá. Foto: Angélica Zambrano @Anyelik |
Jiménez afirma que sólo 1,18 millones de hectáreas corresponden a la minería a gran escala. La dirigente gremial argumenta que sólo el 1 por ciento de esas áreas adjudicadas mediante títulos mineros entran en fase de exploración (consistente en estudios temporales y básicos, acotados en el espacio sin que cambien el uso del suelo y de muy bajo impacto). A su vez, de este 1 por ciento tan sólo el 0,1 por ciento se convierte en un proyecto minero en plena explotación. Con tal cálculo de probabilidades, únicamente el 0,000044 (4,4 x10–5) por ciento es el porcentaje del suelo nacional que sería intervenido a través de proyectos mineros.
De tal versión se deduce que la explotación minera apenas equivaldría a infinitesimales manchas negras en el mapa: podríamos imaginar poco más de 1.000 puntos ínfimos del tamaño de la plaza de Bolívar en Bogotá.
Multiplicación de las tierras prometidas
La obsesión por el crecimiento económico conduce a explotar todo el potencial de recursos naturales y de mano de obra de una región: a todas luces sería irracional dejar manos “ociosas” y recursos “inútiles” e “improductivos”.
El presidente Santos ha declarado que en el país hay cerca de 18 millones de hectáreas de “reserva estratégica minera” [1]. Está claro que la prioridad no es preservar el medio ambiente de las selvas ubicadas en Amazonas, Guainía, Guaviare, Vaupés, Vichada y Chocó. Quien mide sus logros con indicadores de opulencia —como tasa de crecimiento, inversión y prosperidad— es precisamente el promotor a ultranza de la mal llamada “locomotora minera”.
Lo prioritario es promover la minería de uranio, coltán, oro, hierro, platino y un largo etcétera de minerales escondidos en nuestro subsuelo. Un análisis de María del Pilar Pardo sobre áreas de reserva minera —publicado en Razón Pública el pasado 15 de julio— demuestra que durante la administración Santos se ha multiplicado por más de mil el área de potencial minero: 21 millones de hectáreas, pero podría crecer otros 4 millones más.
Esto significa que aproximadamente una quinta parte del territorio nacional estaría potencialmente destinada para minería, a lo que se suma la confusión administrativa. ¡La máquina de multiplicar potenciales concesiones en la era Santos hace palidecer el legado de beneplácitos de Uribe!
Metafísica minera
En El Mercader de Venecia, Shakespeare da vida a Shylock, un judío usurero quien no pudo hacer cumplir la cláusula contractual que él mismo había impuesto a su acreedor: cortar una libra de carne del cuerpo vivo del deudor en caso de que este incumpliese su compromiso mercantil. El avaro perdió cuando la defensa del moroso exigió ante el juez que en el procedimiento quirúrgico no se derramara una sola gota de sangre.
Lo prioritario es promover la minería de uranio, coltán, oro, hierro, platino y un largo etcétera de minerales escondidos en nuestro subsuelo. Foto: truji-espeleo.blogspot.com |
Quizás un futuro premio Nobel para economistas esté reservado a genios como la ejecutiva Claudia Jiménez y el ministro Mauricio Cárdenas: ellos insisten en probar que la minería se puede desarrollar de manera sostenible y sin dilemas con la agricultura y con el medio ambiente… sin fricciones, sin externalidades, sin contagios, sintrade–offs.
Según ellos las explotaciones mineras pueden circunscribirse a mini-áreas de unos pocos metros o quizás unas hectáreas, que no causan interferencias ni conflictos con otros usos de la tierra ni para acceder a donde están localizados.
¿Cuánta tierra requiere la minería?
El ecologista Garret Hardin [2] ha mostrado que los reduccionistas cometen un craso error al suponer que la existencia de un ser viviente —en particular de la colosal máquina de producción y consumo que es la Humanidad del siglo XXI— afecta nada más al área que ocupa y, por tanto, no toman en cuenta el espacio que usa indirectamente.
Claudia Jiménez y el ministro Mauricio Cárdenas insisten en probar que la minería se puede desarrollar de manera sostenible y sin dilemas con la agricultura y con el medio ambiente Foto: Vanguardia. |
Quienes caen en tal falacia pueden concluir absurdos como el siguiente: si la superficie terrestre del planeta es de (1,48 x 1014metros cuadrados), y esta se divide por el área que ocupa un ser humano estando de pie (0,28 metros cuadrados), entonces se concluye que sobre la Tierra cabe una población de 529 trillones de seres humanos… sin tan siquiera problemas de congestión y explosión demográfica.
Parafraseando a Hardin podría afirmarse que los aproximadamente 156 mil habitantes que en el año 2005 vivían en la localidad bogotana de Chapinero, ocupaban no sólo unos 39 kilómetros cuadrados de esta sección de la urbe sino que, además, requerían mucha más tierra al ser consumidores directos e indirectos de millares de bienes y servicios provenientes de otros lugares de Colombia y del resto del mundo.
Así las cosas, el área puesta al servicio de la explotación minera es mucho más grande que el espacio calculado en la delimitación de las reservas mineras y de los títulos otorgados, debido a las siguientes razones:
- Los recursos mineros que nominalmente pertenecen al Estado colombiano, si acaso, en realidad constituyen una despensa para nutrir con energía y materias primas los colosales niveles de consumo directo e indirecto de distantes poblaciones ubicadas en Estados Unidos, Canadá, China, Japón, Turquía, Israel, Italia, Suiza… ¡con razón las palabras no ocultan su significado y la palabra concesión está emparentada con términos como cesión, cortesía, aquiescencia, indulgencia, componenda, donación, etc.!
- Los productos de la minería no fluyen cual maná que cae del cielo: son mercancías que se extraen mediante el uso o consumo de otras mercancías. En el siglo XIX, Jevons mostró que el carbón de los ingleses los dotaba de poder adquisitivo suficiente como para disponer de campos de té chino, plantaciones de café, azúcar y especias de la India y grandes viñedos de Francia y España, entre otros recursos globales. Así las cosas, una oferta de minerales genera demanda por recursos como agua y oxígeno, y también por herramientas, máquinas, trabajadores, comerciantes, alimentos, vivienda, transporte, servicios de seguridad, servicios financieros, etc. [3]
- Los bienes y servicios que demanda la oferta de recursos minerales afectan el uso del espacio en los ámbitos local, regional, nacional y mundial. En el entorno de las minas se asientan y expanden poblaciones; luego de arrasar selvas y bosques se construyen carreteras, puertos y se erigen mercados. En Colombia municipios boyacenses como Muzo, y antioqueños como Cáceres, Santafé, Zaragoza, Segovia y Remedios se originaron y expandieron en torno a las actividades mineras; otros como Marmato (en Caldas) están en vía de extinción y desplazamiento.
- Keynes y Shackle han mostrado que el futuro se moldea gracias a la imaginación y a la formación de expectativas. El mito de El Dorado y la promesa de la tierra prometida (del sueño americano) han transformado radicalmente los territorios de América. Como en el cuento de Gabo, algo va a pasar con la riqueza que prometen nuevos potenciales mineros [4].
- En las economías no se producen únicamente bienes y servicios, sino también perjuicios y externalidades negativas. Del mismo modo que resulta imposible hacer una cirugía sin dolor, sin derramamiento de sangre y sin provocar nuevos males y complicaciones, la actividad minera es similar a extraer órganos a un ser vivo. La extracción de energía y de minerales implica costos como la explotación y contaminación desmesurada de agua y aire, y la destrucción de bosques y selvas.
- Debido a la competencia mercantil (jalonada por el ánimo de lucro) y a la alta rentabilidad de las actividades mineras, existe y con seguridad existirá un flujo permanente de individuos y de empresas orientados a invertir sus esfuerzos en las actividades más rentables. Posiblemente, en busca de maximizar su rentabilidad, serán abandonadas y menospreciadas labores supuestamente inútiles (contemplación y goce de un paisaje selvático) y otras menos rentables como la agricultura (¡el oro es más rentable que la coca!).
Finalmente, el saber cuánta tierra realmente requiere y consume la actividad minera, es un asunto que depende de las capacidades humanas. Seguramente seres como los sobrealimentados ministros y dirigentes gremiales no tendrían la capacidad física suficiente para adquirir un terreno de las dimensiones del Central Park neoyorkino o del Parque del Salitre en Bogotá, suponiendo un concurso de capacidad física como el que los bashquiros le impusieron al codicioso terrateniente Pajom, en el conocido cuento de Tolstoi.
Tristemente los seres codiciosos anhelan más de lo que merecen (su ambición es más que indirectamente proporcional al deterioro ambiental y al agotamiento de los recursos minerales), y la codicia es una enfermedad que contamina aún a los más pobres y desarraigados aventureros… como en las historias del oro y la coca noveladas por Alfredo Molano.
Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, profesor asociado de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad del Rosario, investigador del Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la misma universidad.
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