El Papa se acerca a Cuba
Sin embargo, esta traslación llena de sentido y de posibles lecturas, no es la única diferencia con la que la capital cubana acogió la llegada de Juan Pablo II en 1998 respecto al modo en que espera a su sucesor, Benedicto XVI. En los tiempos en que Juan Pablo II pasó por la isla del Caribe, el país apenas empezaba a sacudirse de la etapa más ardua de la crisis oficialmente bautizada como “Período Especial en Tiempos de Paz” y, sobre todo, de las políticas que durante cuatro décadas habían convertido la posible religiosidad de los ciudadanos en un estigma político y hasta laboral o estudiantil. El clima que entonces generó la llegada del Pontífice a Cuba, habida cuenta incluso su historia de rivalidades con los gobiernos comunistas europeos, especialmente el polaco, creó una compacta expectativa por lo que el visitante conseguiría cambiar en la sociedad cubana, y no solo en el terreno de la relación del gobierno con la religión católica.Catorce años después, esos cambios catalizados por Juan Pablo II son parte de la realidad cubana: una mayor visibilidad de la Iglesia católica, que incluso ha servido de mediador con el gobierno en temas tan trascedentes como la liberación de personas condenadas por sus actividades políticas; la posibilidad de que se realicen procesiones y peregrinaciones como la que, con el apoyo el Estado, realizó por toda la geografía insular la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba; la existencia y presencia de diversas publicaciones, sustentadas por la iglesia, con visiones diferentes de la realidad del país y sus problemas; o el mismo hecho, más profundo aun, de que se hayan eliminado los últimos estigmas existentes respecto a las prácticas religiosas de los ciudadanos. Ahora, mientras se acerca Benedicto XVI, en Cuba se vive una realidad bastante diferente a la que confrontó su antecesor. No solo por lo logrado por este para su iglesia y sus fieles, sino, además, por la propia dinámica de cambios en que ha entrado el sistema económico y la estructura social cubanas. Cierto es que, entre otros eventos, la liberación de prisioneros anunciada por el presidente Raúl Castro y concretada antes de que finalizara el año 2011, o que la difusión pública de que gozaron los actos litúrgicos relacionados con la peregrinación de la Virgen y el inicio de las celebraciones por los 400 años de la aparición de su imagen en una bahía cubana, han sido vistos como gestos hacia el esperado visitante y que advierten a las claras del mejoramiento de relaciones entre iglesia católica y Estado. Pero también es cierto que por el mismo proceso de cambios que hoy existe en el país, la expectación posible resulta mucho menor que la generada hace 14 años cuando llegó a Cuba Juan Pablo II. La complicada realidad cotidiana cubana, en donde la relación de los individuos y las familias con la economía se ha vuelto mucho más tensa y compleja, arrastra hoy hacia lo terrenal las más visibles preocupaciones de los cubanos, según es posible detectar en las calles. Cómo conseguir el “milagro” de que el sueldo alcance en un país donde los salarios estatales son insuficientes, cómo administrar los alimentos para conseguir la “gracia” de que alcancen para el mes, cómo encontrar alternativas para ganarse la vida en el “resucitado” sector del trabajo por cuenta propia y la pequeña empresa privada, entre otros, acaparan las fuerzas y pensamientos de una parte notable de la población, creyente o atea. Los problemas de vivienda y transporte, el dilema de la emigración y la espera de la reforma que flexibilice su posibilidad, los impuestos sobre la ganancia o la nebulosa que envuelve el futuro del país han reducido el espacio para las expectativas que pudiera generar la llegada del pontífice romano. Sin duda, en los días en que el Papa esté en Cuba, donde oficiará dos misas y participará en la celebración de los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, los cubanos centrarán su atención en el acontecimiento. Unos por fe, otros por curiosidad, otros por contagio, pero la mayoría volcarán su interés sobre el evento histórico. Solo que, urgidos por las presiones terrenales, muchos cubanos siguen y seguirán pendientes de lo que ellos mismos sean capaces de lograr para mejorar sus vidas o, cuando menos, para que no sean peores. Por supuesto, en ese empeño, una parte de ellos se encomendarán a la Virgen y a su hijo divino y rezarán con el Peregrino de la Caridad mientras esté en Cuba, pues todas las ayudas parecen imprescindibles para conseguir esos muy materiales y complicados objetivos. *Leonardo Padura Fuentes es escritor y periodista independiente cubano. Su última obra «El Hombre que Amaba los Perros» ha sido premiada internacionalmente. Padura Fuentes escribe sus columnas sobre la realidad cubana en los espacio de la agencia IPS.
Fuente: http://www.rnw.nl/espanol/article/el-papa-se-acerca-a-cuba
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