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La Isla de Providencia: ¿el nuevo Santurbán?

MEDIO AMBIENTE
La Isla de Providencia es única en el mundo por su arrecife coralino,
que se considera un "hot spot" en diversidad. Foto cortesía de Camila Rivera
 
Después de su primera victoria en Santurbán, se abre un nuevo frente para los ambientalistas: la Isla de Providencia. Y hoy se sabrá si consiguen un primer triunfo cuando se conozca la ponencia del Plan Nacional de Desarrollo.
 
La Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) en su Ronda Colombia 2010 de junio del año pasado, adjudicó a Ecopetrol, en asocio con la compañía española Repsol y la Argentina YPF la exploración de un área de 944 mil hectáreas denominada Cayo 1 y otra de un poco más de un millón de hectáreas denominada Cayo 5, ambas ubicadas en el mar Caribe cerca del archipiélago en la frontera con Jamaica (ver mapa) donde se cree que puede haber gas.
Aunque ya fueron seleccionadas para hacer la exploración, las empresas aún no han firmado un contrato con el gobierno colombiano porque la Corporación Autónoma Regional de San Andrés y Providencia (Coralina), interpuso una acción popular hace un mes contra la ANH solicitándole suspender la adjudicación. En su opinión, la adjudicación viola no solo las normas ambientales sino también la Constitución, pues la ANH no hizo una consulta previa con las comunidades raizales.
El tribunal de la isla todavía no ha fallado la acción popular y, hace dos semanas, el Partido Liberal radicó una proposición al Plan Nacional de Desarrollo para prohibir de manera expresa la explotación minera, petrolera, agropecuaria o de cualquier otra índole en páramos, humedales y arrecifes coralinos.
Este último ecosistema fue incluido por sugerencia del representante liberal por San Andrés Jack Housni, con el propósito específico de detener estos proyectos de exploración minera en la vecindad de la isla. Y aunque tiene de su lado al Viceministro de Hacienda Bruce McMaster, que ha asumido la defensa de esos corales como propia, y a Planeación Nacional, cuando se comience a discutir la ponencia, la pelea será dura porque el Ministro de Minas considera que incluir esta proposición es como atravesarle un palo a la rueda de la locomotora minera.
Una vez más se plantea uno de los dilemas más grandes que vivirá el país durante los próximos años: cómo aprovechar una bonanza minera y al mismo tiempo seguir siendo uno de los países más biodiversos del mundo. Porque no es lo mismo hacer minería en el desierto chileno que en uno de los lugares con mayor diversidad de especies como Colombia. La Isla de Providencia no es la excepción.
 
La diversidad
 
Providencia es una isla montañosa en el Caribe, con una población permanente de menos de diez mil habitantes, la mayoría de ellos raizales. La isla es hermosa, pero son sus aguas y su gente las que la hacen única no solo para Colombia sino para el mundo.
Coralina ha identificado 407 especies de peces, 48 corales duros, 54 corales blandos, dos especies de anémonas, tres de medusas, 130 de equinodermos (estrellas de mar y erizos), 37 tipos de moluscos y el mismo número de crustáceos (langostas, cangrejos y langostinos), 38 tipos de erizos de mar, 5 de cetáceos (ballenas, orcas, belugas), 157 pájaros diferentes, tres pastos marinos, cuatro mangles, una tortuga acuática endémica. En total, en la Isla de Providencia hay 192 especies que están en la lista ‘roja’ por estar en vía de extinción.
Providencia también ha sido catalogada como un ‘hot spot’ de arrecifes por poseer la mayor diversidad de corales blandos en el Caribe Occidental, con más de 200 mil hectáreas de corales significativos, manglares y pastos que estabilizan el fondo marino, ayudan a controlar la erosión, proveen alimento, oxígeno y resguardo para la vida marina. Hay una vida tan intensa bajo el mar que buzos del mundo entero aterrizan en Providencia para ser testigos de ella.
Durante los últimos 15 años, Colombia ha realizado todo tipo de esfuerzos para convencer al mundo de la excepcionalidad de este ecosistema. En 1993, una ley declaró a San Andrés y Providencia reserva de la biósfera y área de manejo especial para “garantizar la perpetuación de los valores naturales y culturales” del archipiélago; en 2002, la Unesco, por petición de Colombia, la declaró Reserva Mundial de la Biósfera; en 2005, el gobierno de Uribe la convirtió en Área Marina Protegida por “su importancia estratégica ambiental”; y en 2007, la postuló a la lista tentativa de la Unesco para ser declarada Patrimonio Natural de la Humanidad.
Pero mientras el país hace gestiones para que la Isla sea declarada una joya del planeta, paralelamente comienza actividades sísmicas para ver si hay petróleo y gas. Y ha encontrado que alrededor de los cayos de San Andrés y Providencia, “hay un par de campos que son interesantes”, según dijo hace casi un año el Ministro de Minas Hernán Martínez, luego de reconocer que allí “ya se han realizado trabajos de sísmica y parecería que tienen unas estructuras importantes”.
Los trabajos de sísmica se hicieron entre 2005 y 2008 sin que nadie en la Isla de Providencia lo supiera pues los isleños nunca fueron informados de ello. Los pescadores sí presentían que algo raro estaba pasando porque cuando salían a pescar oían a veces ruidos extraños y encontraban con frecuencia a las langostas fuera de sus cuevas.
“Dicen que respetarán los estándares internacionales pero el estándar internacional son las leyes y no las cumplieron. No hicieron consulta previa para la sísmica y ni siquiera informaron”, dijo a La Silla Vacía June Marie Mow.
Mow era la directora de Coralina cuando declararon al archipiélago Reserva de la Biósfera Seaflower y ahora está haciendo campaña para evitar esta exploración desde su Fundación Providence. Considera que así no vayan a perforar sobre el arrecife, los riesgos que corre la Isla son inmensos.
En términos ambientales, el mayor temor es que la explotación de hidrocarburos arruine el arrecife coralino. Ya sea por una fuga de combustible o de gas –que como lo demostró el accidente de la BP en el Golfo de México no es descartable–, por las sustancias químicas que se utilizan para obtener el gas licuado, o por el impacto de los buques que transportan el petróleo una vez lo encuentran.
“Una de las funciones del arrecife es servir de barrera natural para proteger las islas, sirve para reducir la energía de las olas”, dice Mow. El último informe mundial de cambio climático dice que un aumento en el nivel del mar inundaría el 4 por ciento de Providencia y el 10 por ciento de San Andrés y ya las islas vieron el año pasado un aumento histórico en la temperatura del agua. “Estos son los escenarios sin explotación”, explica.
 
La vida raizal
 
Hace 20 años hice mi práctica como abogada del Inderena, la agencia ambiental de aquel entonces, en San Andrés y Providencia. Cuando llegábamos con mi jefe a cualquier lugar, los isleños comenzaban a gritar “llegó la Inderena, llegó la Inderena”. Sonaba como “llegó la policía, llegó la policía”.
Y eso es lo que era el Inderena en esas épocas: una policía pero sin ninguna herramienta real para castigar más que a los isleños más pobres que no tenían cómo hacer lobby en Bogotá para que les revocaran las sanciones sin avisarnos. Y así, mientras el padre de familia era sancionado por usar la arena de enfrente de su casa para construirle una casa a la hija, las grandes cadenas hoteleras construían sus instalaciones sobre la playa, desafiando a ‘la Inderena’ en San Andrés.
Con mi jefe optamos, entonces, por hacer campañas educativas en radio y en persona, para convencer a los isleños de crear un Cabildo Verde para presionar a favor de la conservación ambiental. En la primera reunión, hicimos una ‘lluvia de ideas’. Me acuerdo de dos que surgieron ese día: soltar un tigre en la isla porque según alguna mitología los tigres traen agua; y prohibir a los isleños construir cercas para que los cangrejos puedan acercarse a la orilla del mar a deshovar.
A propósito de la posibilidad de que exploren petróleo o gas cerca de las Islas, pienso en esa escena en la que los isleños discutían en serio la propuesta del tigre y en ese cangrejo para cuyo ciclo de vida una pequeña cerca equivalía a perpetuarse o no y es difícil imaginar qué pasará con ambos mundos una vez se construya una plataforma de explotación petrolera.
La otra cara
 
Parte de la preocupación de Mow, de la actual directora de Coralina Elizabeth Taylor y del representante a la Cámara Housni, es qué va a pasar no solo con la vida marina sino con la vida en la isla.
Temen que una estación petrolera acabe con la vida insular: que la presencia de los trabajadores petroleros en sus días de descanso estimule la prostitución y otros vicios. Y sobre todo, que acabe con la economía de la isla.
La gente en Providencia vive básicamente de tres fuentes de ingresos: de la pesca artesanal o en grandes pesqueras; del turismo y –desafortunadamente cada vez más jóvenes– del narcotráfico.
“Un impacto sobre el arrecife acabaría con el modo de vida de los pescadores artesanales”, agrega el representante a la Cámara Housni. “La pesca es la ocupación principal y centenaria de la gente de Providencia. Si no puede vivir de eso, la gente se irá directamente al narcotráfico”.
Según el último reporte del Dane, San Andrés es la ciudad con el menor índice de desocupados con un 7,8 por ciento, cuatro puntos por debajo del promedio nacional. La mayor parte del empleo proviene del turismo.
Según dijo a La Silla Vacía Armando Zamora, director de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), las petroleras planean invertir en estos proyectos unos 40 millones de dólares en los próximos tres años, divisas que le entrarían al país y se podrían traducir en desarrollo.
La participación en la producción para la ANH sería del uno por ciento por Cayo 1 y del 2 por ciento para Cayo 5, además de las regalías para la isla que serían del 4 por ciento.
Zamora dice que se generarían empleos de todo tipo, que podrían tener las personas de las islas: desde transporte, alimentación, vigilancia, restauración hasta tareas más especializadas. Y explica que probablemente la base logística se montaría en Jamaica, para integrar los trabajos con esa isla donde ya hay exploración petrolera y además cuenta con el beneplácito de la población.
El apoyo al proyecto en las islas está dividido. Mientras los líderes raízales y los pescadores se oponen abiertamente, el Gobernador de San Andrés y Providencia Pedro Gallardo y su primo el representante a la Cámara Julio Gallardo se han mantenido en silencio frente al proyecto. Varias personas consultadas creen que ellos lo ven con buenos ojos. La Silla Vacía los llamó pero no pudo hablar con ellos. Lo mismo la Alcaldesa de Providencia.
Otras personas en las islas creen que si no lo explotan los colombianos, lo harán los hondureños o los jamaiquinos, y en Providencia se quedarán con las consecuencias ecológicas y ninguno de los beneficios económicos. Pero según dice el representante Housni, los que piensan así son la minoría. La mayoría al fin y al cabo o no sabe que este proyecto está en ciernes, o le es indiferente.
Se enterará cuando el Tribunal de San Andrés y Providencia falle la acción popular de Coralina y la ANH firme los contratos con las empresas.
Si le da luz verde al proyecto, el director de la ANH dice que las empresas tendrán que hacer un levantamiento de las líneas de base ambientales, algo así como un censo coralino, para delimitar las áreas que no se pueden tocar. Luego viene un período de seis meses a un año para la consulta previa que exige la Constitución para este tipo de proyectos cuando impactan una comunidad étnica. Y luego la fase de exploraciones sísmicas.
En cuatro años se perforaría el primer pozo. “Por lo remoto de la zona, toca que se encuentren yacimientos grandes para que justifiquen su exploración”, explicó Zamora.
Es decir, que todavía quedan cuatro años para que se selle el futuro de la Isla de Providencia. Si ese articulito del Plan de Desarrollo logra convertirse en Ley, esos cuatro años comenzarían a correr, si acaso, cuatro años más tarde.

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