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Una Europa muy debilitada por la crisis presionará para la reforma financiera

La semana pasada los líderes de la UE dieron un paso más allá respecto a los acuerdos de Pittsburgh o de Londres (2009), al comprometerse a "dirigir los esfuerzos globales encaminados a introducir sistemas de tasas e impuestos sobre las instituciones financieras", y a defender incluso "la creación de un impuesto mundial sobre las transacciones financieras", según el comunicado de la cumbre del pasado 17 de junio.
De momento, ambas iniciativas se mueven en un plano más retórico y electoralista que práctico, aunque sobre el principio de un impuesto a la banca ya existe un acuerdo entre los Veintisiete, y la Comisión Europea ha presentado recientemente algunas ideas para ponerlo en marcha.
Cuando se habla de un impuesto a la banca, cada parte entiende una cosa diferente. La idea europea no consiste en un gravamen extraordinario con el que recuperar el dinero que los Estados han aportado para evitar el colapso del sistema financiero, como propugna Estados Unidos, sino más bien en un fondo, alimentado por los bancos, con el que el propio sector haría frente a quiebras futuras sin recurrir al dinero de los contribuyentes.
Pese a esta voluntad de liderazgo en la reforma financiera, la UE es consciente de la debilidad de su posición en la escena internacional.
Con las arcas públicas vacías, un crecimiento raquítico y un desempleo galopante los países europeos no están en condiciones por el momento de tirar del carro de la economía mundial.
Pero se muestran satisfechos de la "determinación" que han demostrado a la hora de poner su casa en orden, lo que ha contribuido, afirman, a la estabilización de todo el sistema global.
A principios de mayo, Europa se había convertido en el epicentro de un nuevo terremoto financiero, según reconocía el domingo el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, en una entrevista al semanario alemán "Welt am Sonntag".
El contagio de la crisis de la deuda pública griega a otros socios de la zona euro habría sido desastroso para el mundo entero, si los gobiernos y las instituciones de la UE no hubieran tomado medidas drásticas y valientes.
Una semana después de decidir, el 2 de mayo, el histórico rescate de Grecia, en una operación conjunta con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que puso a disposición de Atenas préstamos por valor de 110.000 millones de euros para tres años, los socios europeos volvían a reunirse, el 9 de mayo, para improvisar un mecanismo de estabilización general que cortara el peligro de contagio a otros Estados de la zona.
El mecanismo, constituido por préstamos y garantías, movilizará en caso necesario la impresionante suma de 750.000 millones de euros (1 billón de dólares).
Como contrapartida, los dos países más acosados por los especuladores -España y Portugal- aceptaron acometer drásticos planes de ajuste para acelerar la reducción de sus déficit públicos excesivos y anticiparon reformas estructurales impopulares.
En su última cumbre, los líderes de la UE dieron otro paso más hacia la estabilización y la reforma de la economía europea, con la decisión de publicar las pruebas de solvencia a las que son sometidos sus bancos y la adopción de una nueva estrategia en favor del crecimiento y el empleo para esta década.
 Elespectador.com.co    EFE.
 

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