Abadía, el ‘patrono’ de Guacarí
La mujer, una ama de casa de lentes y zapatos de lana, recuerda una anécdota para explicar la importancia que el lugar tiene para su sobrino: “Cuando murió mi hermana yo le dije que sacáramos los pericos que estaban en el patio, pero respondió que si se los llevaban algo cambiaría, que si no los escuchaba sería como si su mamá no hubiera vivido ahí y que él no podía prescindir de esas fuerza, que por eso necesitaba que todo permaneciera intacto”. La vivienda es referencia geográfica obligada en el pueblo: parece más fácil que alguien se olvide dónde queda la iglesia, que la casa del Gobernador. Suena a sacrilegio pero es verdad: a pesar de estar cerca de perder la investidura por su presunta participación en política, sigue siendo el santo más venerado del pueblo y pocos se atreven a blasfemar contra él.
A imagen y semejanza
Abadía nació el 12 de febrero de 1979 y es Acuario. Si los astros fueran confiables y el Zodiaco una ciencia exacta, las coincidencias de su personalidad con la descripción del signo no serían fortuitas: “Creen en la igualdad pero les gusta imponer su voluntad; sienten el impulso de reconstruir y reformar, pero también el de provocar cambios radicales; a veces son imprevisibles(…)”.
Pero el Zodiaco es apenas un juego de probabilidades y el destino de Abadía ha estado determinado con tanta antelación que a nadie de su entorno le sorprende que hoy en día sea lo que es. Luis Fernando Mora, uno de sus más cercanos amigos de infancia, por ejemplo, no tiene memoria de haberlo escuchado decir que anhelaba ser bombero o astronauta, como otros niños. Ni siquiera futbolista, pese a que ambos llegaron a militar en la selección de micro del pueblo y a ganar algunos campeonatos. “Era claro que iba a ser político”.
En la familia Campo es recordada su primera alocución en plaza pública, cuando el micrófono era más grande que sus manos: “Tenía 8 años y aprovechó una reunión del grupo político de su padre para subirse a la tarima. No sé qué dijo, pero la gente lo aplaudió”.
Sin embargo, esa afinidad natural con quien fuera su primer héroe, se truncó en la pre adolescencia por dos razones: la separación de su mamá y la condena por enriquecimiento ilícito que debió purgar Carlos Herney. “Yo cuestioné a mi papá por eso y nos distanciamos un tiempo”, le confesó hace algún tiempo a este diario, en una entrevista donde también reveló que sus lazos sólo volvieron a estrecharse cuando se fue a terminar bachillerato a Bogotá y vivieron juntos.
Aunque hubiera preferido graduarse del Liceo Los Andes de Buga, donde estudiaba con sus primos y era reconocido entre las chicas como uno de los “peladitos” más célebres del colegio, un año perdido y la reputación de estudiante mediocre, fueron suficientes para merecer el exilio a la capital. Graduado en el colegio Patria, regresó al Valle para estudiar Administración de Empresas en la Universidad Santiago de Cali, donde tampoco se destacó como un alumno brillante.
“Pero eso no importaba –dice un reconocido político caleño que pidió la reserva de su nombre–, su futuro ya estaba marcado: el papá había decidido que Juan Carlos llegaría a la Asamblea del Departamento. Y la determinación era tan clara, que desde el lanzamiento de la candidatura en Guacarí, rifaron neveras y televisores entre quienes serían sus electores. Yo estuve allí y puedo dar fe que, desde entonces, Carlos Herney ha estado detrás de cada logro y de cada cargo alcanzado por su hijo”.
En la tierra del Nunca Jamás
La voz gangosa, marcada por ese acento valluno aletargado, lleno de sílabas contrahechas y vocales alargadas, sale sin falta por un resquicio de la ventana polarizada de su camioneta para hacer el pedido: “Darío, ya sabés cómo me gusta…”. La rutina se repite cada que el Gobernador va a Guacarí: hace veinte años que compra el mismo raspado de hielo, piña, mermelada y leche condensada al mismo choladero, Darío Chamorro, que dice que “juanca” a veces manda hasta por quince raspados cuando está en su finca Casablanca.
Abadía mantiene gustos que se han extendido en el tiempo, como caprichos de un Peter Pan que se resiste a abandonar su tierra del Nunca Jamás: colecciona camisetas de equipos de fútbol, es amante de los juegos electrónicos, usa camisas de marcas reconocidas (Lacoste, Polo, Tommy) con logos visibles, y cada que puede se vuela de sus despacho en el edificio de San Francisco para comer carne ahumada en el restaurante Rancho Grande de Guacarí, donde el dueño, su amigo ‘Macana’, le reserva una mesa alejada de la puerta principal. Además es fanático del fútbol; tanto como para que el pasado miércoles, en la audiencia de la Procuraduría, por momentos estuviera más pendiente del resultado del partido Barsa-Inter, que de la propia diligencia disciplinaria que lo tiene en vilo.
“Es un hombre de gustos muy puntuales que le gusta satisfacer siempre que puede. Y en ese sentido puede llegar a ser extravagante”, dice un político que, aclara, ya no tiene simpatía por él. “Cuando era concejal y viajaba fuera del país, a sus compañeros no les traía simples souvenirs, sino relojes, corbatas, lociones… Juan Carlos es, también, un gran derrochador”.
Pese que en su pueblo no tiene fama de conquistador, es sabido que entre sus debilidades también han estado mujeres bellas. Antes de su unión con Sandra Solís, con quien tuvo un niño que ya está por los 3 años, hay una larga lista de conquistas entre las que se cuenta la presentadora de Telepacífico Susana Herrera. Y hace poco, aunque desmentido categóricamente por ambas partes, fue muy comentada su noche de rumba en Bogotá con una reconocida modelo.
–¿Y de muchacho fue noviero?
-Igualitico al papá-, dice la tía Italia Campo, con una risita resignada, que suelta tras caer en cuenta que, tal vez, esa sea otra de las herencias genéticas a las que al Gobernador le ha costado renunciar.
En 1997, el ex senador Carlos Herney Abadía fue condenado a 56 meses de cárcel por la financiación de campañas con dineros provenientes de empresas fachada del cartel de Cali
Una vela a cada santo
La carrera política de Juan Carlos tuvo un ascenso vertiginoso a partir del 2001. Después de haber pasado por la Cámara de Representantes como asesor, resultó elegido diputado de la Asamblea del Valle en el 2001 junto a Juan Carlos Martínez, ambos haciendo parte del MPU y apadrinados por Carlos Herney Abadía. Luego Martínez dejaría su curul para aspirar al Senado.
De esa época, un diputado que prefiere mantenerse en el anonimato, lo recuerda como “un muchacho callado, tímido, guiado siempre por su papá”.
La impuntualidad, uno de los defectos de los que más reniega, lo salvó de haber caído en el grupo de diputados que en el 2002 fue secuestrado por las Farc. Aunque siempre dijo que estaba en la universidad, no es secreto que le cuesta madrugar y que hay mañanas en las que prefiere despachar desde el apartamento donde vive, en el Oeste.
Una fuente que ocupa un cargo público y que en otro momento fue muy cercano a Abadía, afirma que en ese mismo edificio, pero seis pisos más arriba, vivía Juan Carlos Martínez, “de quien siempre ha sido muy amigo y con quien nunca se ha distanciado. Sus supuestas diferencias sólo han sido para distraer a la opinión y a sus detractores”.
Después de su paso por la Asamblea, Abadía llegó al Concejo de Cali y logró la presidencia en una cuestionada elección donde la votación estaba dividida 11-10 en contra suyo, pero que en cuestión de minutos se volteó a su favor. Sin embargo, quizás la mayor polémica en aquel periodo fue la relacionada con su participación en la elección de Miguel Erick Piedrahíta como contralor municipal, quien estaba inhabilitado para aspirar al cargo. La investigación en su contra, aún está pendiente.
Como gobernador, además de los problemas que ha tenido por la manera en que ha comprometido vigencias futuras del Departamento y por su exagerada exposición, financiada con recursos departamentales, ha estado en el ojo del huracán durante los últimos meses por su presunta participación en la creación de los partidos políticos ADN y PIN, surgidos de las entrañas de la para-política. Y ahora, acusado de haber utilizado el cargo que ostenta para intervenir en la pasada consulta del partido conservador a favor del ex ministro Andrés Felipe Arias. Si la Procuraduría General falla en su contra, el joven mandatario que sueña con ser presidente de la República, podría quedar inhabilitado para aspirar a un cargo público hasta por diez años.
“Aunque con todo lo que se movió durante la pasada campaña es muy paradójico que se vaya a caer por una reunioncita con un precandidato presidencial”, opina un veterano político de la comarca.
Al final de un pasillo aireado y luminoso que recorre la casa de Italia Campo, la tía de Abadía, hay una mesa de madera con una lámina de vidrio sobre la que permanece prendido un velón blanco. Se trata de una vieja tradición de su hermana Colombia, que todos los días lo encendía y rodeaba de una fervorosa leyenda por su hijo”. Este viernes, la llama ardía al frente de imágenes y estampitas de la Virgen Milagrosa, el Arcángel Miguel, las Ánimas del Purgatorio, la Sagrada Familia, el Divino Niño y Santa Elena, “a quien se le reza por las cosas perdidas”, me dijo Italia, antes de despedirnos ese día.
¿El más popular?
Aunque se autopromociona como el gobernador con mayor popularidad en todo el país, alcanzando índices del 80% de favorabilidad, cuando cumplió los dos años de gestión, elpais.com.co hizo un sondeo: el 45% de los cibernautas consideró que la gestión del Gobernador Juan Carlos Abadía fue regular en dicho periodo; sólo el 17% la calificó como buena.
En pocas palabras
"Garantizo una administración transparente; mi compromiso es el de apoyarme en los organismos de control. No más pobreza y no más desempleo. El Valle será el número uno, de eso me voy a encargar yo”. Juan c. Abadía, Durante su discurso de posesión en 2007.
"Impulsaré mi política de seguridad, sacaré adelante el crédito del BID para ayudar a los alcaldes a arreglar las vías, voy a potencializar el puerto de Buenaventura con empleo. Haré inversión y lucharé contra la corrupción”.Gobernador del Valle del Cauca, En entrevista con El País, cumplidos cien días de su gestión.
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