Si la Corte dice no al referendo, ¿le quedan más opciones a Uribe?
Las cartas imposibles
En cambio están descartados ya, la posibilidad de poner a marchar una asamblea constitucional o el voto en blanco para obligar a repetir las elecciones.
En el primer caso hay que comenzar por recordar que Uribe ha defendido a capa y espada la consigna que dice que “el Estado de opinión es la fase superior del Estado de Derecho”. Hay quienes interpretan eso como que los resultados de las encuestas, en las que mantiene altos índices de popularidad, son casi que el fin último de la democracia.
En varias ocasiones el Jefe de Estado ha equiparado el momento que vive el país con el momento en el que se concibió la Asamblea Constituyente que creó la actual Constitución del 1991. Durante un foro dijo que esa Asamblea Constituyente “no se legitimó, porque tuvo una mínima participación política en su elección y no hubo requisitos de umbral, ni de Consejo Electoral, ni de Registraduría, ni de Corte Constitucional”.
Dio la sensación de que, en el fondo, quiso decir que en el actual caso, en el que la “opinión” lo aclama, es más que legítima la posibilidad de una nueva reelección. El Procurador Alejandro Ordoñez, basado en un argumento semejante, pidió que se declarara exequible el referendo reeleccionista, diciendo que el constituyente primario sí puede modificar la Constitución, aunque solo sea para reelegir un Presidente. Desde entonces ha sonado que el uribismo propondría la convocatoria a una Asamblea Constituyente, en caso de que sea el referendo se hunda.
Sin embargo, para el ex constituyente Armando Novoa, esa posibilidad está por fuera de la legalidad. “La Constitución de 1991 estableció el mecanismo para convocar a una nueva Asamblea, y ahora se requiere de que la iniciativa pase por el Congreso”, dijo. Está claro que no hay tiempo pues las elecciones están encima.
Novoa también explicó por qué el momento en que se concibió la Constitución es muy diferente del actual. “En la Asamblea del 91 participaron todas las fuerzas políticas, sin renunciar a su ideología, porque se trataba era de construir un gran acuerdo. Por el contrario, una convocatoria para aprobar una nueva reelección solo es interés de un grupo político”.
En cuanto al voto en blanco, se ha planteado en más de una ocasión que aparecería una campaña para que la mayoría de electores vote en blanco en las próximas elecciones de mayo. De obtener la mayoría, sacaría del ring a sus competidores y la baraja de candidatos tendría que ser reemplazada completamente.
Así, los propulsores de la segunda reelección podrían argumentar que el pueblo está insatisfecho con sus candidatos. Pero lo único que lograrían sería descalificar a la oposición. Aún así, Uribe no podría ser candidato.
El uribismo asumiría entonces un riesgo sin precedentes, pues sus posibles candidatos tendrían que declinar sus aspiraciones en la primera vuelta. Y es improbable que eso pase pues hay varios alfiles de Uribe que están esperando a que esté enterrado el referendo para ser candidatos. Ese es el caso de Juan Manuel Santos, de La U, y Andrés Felipe Arias, conservador, quienes tan pronto se conoció la noticia del sentido de la ponencia de Sierra Porto se reunieron con el Presidente para analizar el siguiente paso en la campaña por la Presidencia.
Para Nicolás Montoya, analista constitucional de la Misión de Observación Electoral (MOE), “es muy complicado que una campaña de voto en blanco alcance la mayoría. Hay qué tener una confianza altísima en el electorado para que una salida como esa prospere en las urnas”.
¿Qué le quedaría?
Entonces, la salida más expedita para que Uribe siga en el poder es que lo ejerza tras bambalinas. Así no sea Presidente nuevamente, mantendría una gran influencia en la política nacional. En palabras de la politóloga Ungar, “Uribe es un personaje muy fuerte, como para creer que va a desaparecer de la escena del poder”.
Un aspecto que reforzaría su capacidad de influencia, además de la opinión favorable de la mayoría al final de su mandato, es que conquiste la mayoría de las curules en las próximas elecciones del Congreso, en marzo. Esto le daría una amplia capacidad de maniobra para que siga manejando los hilos del poder.
Y otro factor que redundaría en su favor es que sea elegido un Presidente de su entraña, más que atento a sus consejos. En ese caso, no cabe duda de que habría guiño para definir quién recibirá sus banderas en la recta final de las elecciones.
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