ELECCIONES, PARTIDOS Y CANDIDATOS
Colombia está en campaña electoral para elegir Representantes y Senadores en el Congreso y para elegir a quien ocupará la Presidencia de la República en los próximos cuatro años. Ambas elecciones están llenas de interrogantes, no solo por los riesgos de la falta de transparencia, sino porque es evidente la aplanadora del poder mafioso, paramilitar y de grupos financieros y económicos, que están orquestando las mayorías de las campañas de los diversos candidatos al Congreso; así como por la decisión irrevocable de los grupos de poder que se sienten representados en el actual Presidente, para defender su continuidad al frente del Ejecutivo del Estado colombiano.
El grueso de la opinión pública se lamenta de la indignidad de tantos congresistas, pero al mismo tiempo los reelige o les elige a sus recomendados, todo propiciado por la telaraña que sostiene las relaciones políticas y económicas, en las que los ciudadanos terminamos presos del poder de intimidación y de corrupción que se reproduce y crece sin control, en las esferas de la clase política. Es claro que este poder se da a instancias de los otros poderes, tales como el de las mafias, paramilitares, terratenientes, guerrilleros, nuevos empresarios, grupos financieros y económicos, medios de comunicación y simple delincuencia organizada al interior de la gestión pública.
El clientelismo no es la causa del desastre en el desempeño de la clase política. El clientelismo es consecuencia de una actitud miope y oportunista que muchos ciudadanos asumen, a veces amparados en su declarada pobreza material y muchas otras tantas, en su pobreza de criterio y en su menosprecio por la noción del bien común. No son peores los políticos, que quienes los elegimos. No son ellos los meros responsables del desastre colectivo en el que se nos puede estar convirtiendo este país, agobiado por el peso de la ruindad moral individual y colectiva en la que estamos cayendo y que se pasea oronda y sin vergüenza cada vez más, desde muchos de los primeros hogares, llegando igual a muchos de los más humildes de esta sufrida patria.
En este escenario es importante mirar y remirar la oferta de candidatos al Congreso y seguro, que aunque no son muchos, podremos encontrar en casi todas las listas que se proponen, personas de trayectoria decente y notable en el país. Es a estos candidatos, a los que debemos apoyar, pues de esta forma el Congreso podrá oxigenarse con ideas y actitudes frescas, sin pretender convertirlo en un escenario angelical, pero si aspirando a que se mantenga y fortalezca como el foro natural e imprescindible de la vida democrática del país.
De otra parte, el Presidente actual decidió llevarse de largo la institucionalidad política del país, para personalizar su comprensión del manejo del Estado, más allá de lo tolerable. Sus ejecutorias reconocidas hasta por sus más enconados contradictores, lamentablemente las ha utilizado como patente de corso, para hacer trizas el tejido institucional en el que se funda la dinámica política y la vida democrática del país. Nada más peligroso que el gobernante que habiendo llegado al poder por las vías democráticas en las que amparó su derecho legítimo a ser elegido, termine abusando de la incultura propia del ciudadano medio, en materia constitucional, para inducir teorías y enfoques populistas que si bien en el corto `plazo favorecen y robustecen su relación con esas mayorías que lo siguen, en el mediano plazo, terminan deteriorando la salud democrática de la nación. Caben aquí las preguntas: ¿Sí es la ciudadanía común y corriente la que ha cedido en favor del Presidente, el control político pleno de la estructura Estatal, o simplemente, en su nombre, los grupos de poder que se sienten representados por el gobernante, han fabricado tal despropósito? ¿Es tan pobre nuestra autoestima colectiva y nuestro sentido del valor civil, que no reconocemos otros líderes, simplemente porque se apartan de lenguajes altisonantes y de doctrinas “duras”?.
Quizás es la hora de apostarle al posturibismo, retomando de su gestión lo mejor logrado, por ejemplo en el campo del combate a la guerrilla y en la contención de los ánimos belicistas de gobiernos como el de Chávez, así como el ambiente de esperanza que se logró despertar en muchos sectores del país y, por lo mismo, insistir ahora en cerrar el riesgo de la metástasis del paramilitarismo y del narcotráfico, apostarle a la seguridad social y económica, y ya no solo a la seguridad democrática, entre otras razones, para mantener así el cerco a la guerrilla, además de enfocar el esfuerzo del ejecutivo en mejorar nuestras relaciones continentales en el corto plazo
Igual que para el Congreso, para la Presidencia de la República postulan su nombre, colombianos que ya han demostrado en el ejercicio de sus responsabilidades de Estado, que pueden con la Dirección Ejecutiva de la Empresa Colombia. Tenemos para escoger entre ex alcaldes con notas sobresalientes en su desempeño, pasando por Ex ministros de Estado y hasta por nietos de Presidentes ilustres, que ante todo no reniegan de su condición de políticos y actúan en consecuencia, procurando liderar dinámicas de orientación del Estado, desde el seno mismo de sus organizaciones políticas.
Es necesario comprender que es mucho mejor entendernos con políticos ligados a organizaciones reales, con las que construyen sus propias plataformas de campaña, que no con individuos excepcionales que se consideran más allá del bien y del mal, y por tanto, no obligados a ligarse a estructuras reales de organicidad política. Siendo ésta su visión, crean a su imagen y conveniencia, organizaciones sin acumulado filosófico, histórico y orgánico, que inevitablemente empujan al gobernante que así actúa, a los escenarios indeseables de una dictadura civil, resultante de un gobierno con agenda particular y no orgánica.
EL DIRECTOR
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